domingo, 11 de diciembre de 2016

Victoria y Daniela viajan a Barcelona


Nos encontramos esta noche en un reservado interior del Beso de Luna. El ambiente, aromatizado por los velones, es cálido e invita a la confidencia. Daniela me mira de forma abierta, sin asomo de incomodidad ni duda en sus profundos ojos de color avellana. Se muestra ávida de conocer mis noticias. Victoria la contempla como si no creyera en la realidad de su presencia, como si fuera un sueño tenerla junto a ella y poder acariciar sus dedos entrelazados como lo está haciendo.


Les he propuesto que viajen conmigo a Barcelona el viernes 16, que me acompañen para poder contar a todo el mundo qué ocurrió realmente durante esos días de mayo de 1937 en Valencia, pero, sobre todo, qué vivieron en esas noches que se alargaban en el Ideal Room y acababan incendiando la habitación de un piso de la calle del Mar.
Así como Valencia y el café Ideal Room fueron testigos de una época convulsa en la que convivían la solidaridad, el hambre, el miedo, la cultura, las ganas de vivir y la esperanza, ese cuarto de la calle del Mar presenció madrugadas llenas de pasión, ternura, renuncias y sueños. Sus cuatro paredes vieron nacer un amor intemporal, un amor que mucha gente lleva ya grabado a fuego en su memoria.
El próximo viernes 16, a las 19:30, trasladaremos el Café Ideal Room y todas sus vivencias al número 60 de la calle Villarroel en Barcelona, a otro lugar emblemático, La Sue Bcn.
En La Sue podréis disfrutar de la contextualización de Mis noches en el Ideal Room que ha elaborado mi presentadora, María José Garrido, a través de una proyección audiovisual que os dejará con la boca abierta y os transportará a esa Valencia que se erige como una protagonista indiscutible de la novela.
Editorial Egales y Librería Cómplices estarán allí para poner en vuestras manos la posibilidad de viajar en el tiempo.
¿Nos acompañáis y tomáis una copa con nosotras? Victoria, Daniela y yo os esperamos.


viernes, 21 de octubre de 2016

¿Entramos en Mis noches en el Ideal Room?

Victoria se ha adaptado a la oscuridad de esa Valencia donde la vida transcurre ignorante del tiempo. Poco importa que sea mediodía o entrada la madrugada. El rugido humano se vuelve perenne en forma de conversaciones, gritos, risas y canciones traídas del frente. En la calle de la Paz, un murmullo constante traiciona la aparente desnudez de la noche. Farolas dormidas, persianas echadas, portales como boca de lobo. A Victoria ya no le extraña esa negrura, quebrada tan solo por los haces de las linternas en manos previsoras. Su avance ahora es seguro; ha dejado de tropezarse con los raíles de los tranvías. De hecho, podría atravesar a ciegas de punta a punta la calle, desde la Casa de la Cultura hasta el hotel Munich. Las suelas de sus zapatos se saben de memoria cada metro del adoquinado.
Camina con la Rolleiflex entre los dedos. Ha terminado su jornada. Gerda bromea con Ted dos pasos más allá. 
Tiene su risa clavada en el alma.

La observa. La Leica descansa ahora, bamboleándose dentro del estuche de piel que lleva colgado al cuello. Victoria se queda anclada en su sonrisa hipnótica. No se permite pensar en el futuro. El futuro no existe. Solo existe la camaradería, los ideales comunes, la fe en el triunfo. Sus minutos están hechos de charlas en el Ideal Room, de vodka, de fotos, de sueños. Ahora la vida navega hacia la calle del Mar y en su nave solo cabe la mirada de Daniela, sus manos nerviosas, el roce de sus labios.
Pocos saben que de su espalda pende la añoranza.

Bienvenidxs a mi historia dentro de nuestra Historia.


En formato ebook, Mis noches en el IdealRoom os espera a un precio de despegue muy competitivo: 4,99 euros. ¿Os apetece? Entrad.

martes, 30 de agosto de 2016

Llega el día

Un bochorno persistente se ha instalado en las inmediaciones del Beso de Luna, pareciendo olvidar que su ocaso está próximo, que ya empuja el otoño con sus brisas cargadas de lluvia, las melancolías a cuestas y un soplo de esperanza para comenzar cosas nuevas.
Descubro un brillo diferente en la mirada de Victoria, una chispa que baña de verde su iris pardo. Está nerviosa. Lo sé. La responsabilidad de su papel es enorme. Pretende sembrar de ilusiones la entrada a la nueva estación. Una carga pesadísima que se ha subido a los hombros.
—¿Te preocupa lo que piensen de ti? —le pregunto.
—En absoluto. Me preocupa no llegar al corazón, a las entrañas de la gente. Mi deseo es que quien sujete Mis noches en el Ideal Room entre sus manos, se suba a mi mochila y vea el mundo con mis ojos, se asombre lo indecible, reniegue de su realidad y se deje llevar por mis pasos. Yo le abriré las compuertas de mi vida para que tiemble, ame, llore, goce y se pegue a mí en esta historia dentro de la Historia.
—Un deseo difícil…
—Pues quiero más. Quiero que las personas recuerden. Que no olviden de donde vienen, que se agarren a sus ideales, que busquen en su mente a qué se entregaban cuando esta sociedad asfixiada no les nublaba el cerebro con realidades virtuales. Quiero que vuelvan a experimentar la compañía de quien se toma un café y te mira a los ojos; el apoyo del que no te conoce y te abre su hogar; la entrega de quien ha sufrido y se vuelve a arriesgar; el convencimiento de que la gente buena siempre gana todas las batallas.
—Te deseo toda la suerte del mundo. El fin es ambicioso.
—Soy consciente.
—Apuesto por ti, ya lo sabes.
—No esperaba menos, tú me metiste en esto —sonríe.
—Lo hice.
—Te lo agradezco, me siento viva.
Os dejo mi deseo: que cuando vuestros dedos abran Mis noches en el Ideal Room, las endorfinas circulen veloces por las venas.

Feliz retorno del verano.

lunes, 4 de julio de 2016

Sophie, Victoria, Daniela y Gerda



El calor de este tórrido julio subleva incluso a los jazmines, que protestan volcando su fragancia al aire sin reservas; un aroma que se cuela en lo más profundo del subconsciente provocando que los instintos afloren. Y eso es precisamente lo que observo en los ojos de las cuatro mujeres que me acompañan esta noche: pasión.
A pesar de ese punto común, las cuatro no pueden ser más distintas.
Sophie refleja la seguridad de la mujer que se ha hecho a sí misma. Es una mujer de negocios independiente y resuelta. Su pasión se orienta hacia una búsqueda que, a buen seguro, va a obtener frutos certeros.
Victoria luce en la mirada el fuego del amor: amor por su familia, amor por la fotografía, amor por Daniela. Pero también podemos descubrir en ella el dolor de un corazón dividido: la obligación de decidir le parte en dos. Debe elegir entre sus afectos, elegir si rebelarse o no a su destino.
Daniela es mucho más de lo que aparenta. Y es mucho más porque supera las trabas que su entorno le impone. Daniela da el salto sin pensar en las consecuencias, se arriesga a pesar de las heridas de guerra que marcan su pasado.
Y Gerda…es Gerda, una mente libre. No hay nada que la frene en sus convicciones, nada que oscurezca su valentía, ningún obstáculo que pueda borrar su eterna sonrisa ni la fuerza de su Leica.
Contemplándolas no puedo sino pensar en el cometido que cada una de ellas tiene en Mis noches en el Ideal Room. Un cometido único en la historia que se desarrolla entre sus páginas, pero también un cometido que trasciende a una época determinada.
Si nada lo impide, tendréis en vuestras manos Mis noches en el Ideal Room a finales de septiembre. Mientras tanto, podéis leer Donde no puedas amar, no te demores. Que disfrutéis del verano.

lunes, 18 de abril de 2016

Victoria, narradora de excepción

—Buenas noches, Victoria. Se acerca el día en que todo comenzó.
—Sí, queda ya muy poco para el quince de mayo.
—Eres la narradora de Mis noches en el Ideal Room. Eso quiere decir que conoces de primera mano todo lo que sucedió.
—Bueno, tú me otorgaste ese privilegio, el de ser narradora y protagonista —responde, iluminando con su sonrisa unos ojos sensacionales veteados de verde, unos ojos que han visto cosas poco comunes.
—La gente querrá saber por qué nos cuentas tu vivencia de esos días de mayo de 1937.
—En realidad, contarlo ha sido una necesidad irremediable. No podía quedarme para mí todo lo que descubrí durante ese tiempo, todo lo que viví, lo que sentí, incluso lo que sufrí. Es una experiencia que debía compartir.
—¿Te arrepientes de algo?
—En absoluto. Puedo decir que ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.
—¿A pesar del miedo?
—El miedo ha estado siempre presente, el terror a la pérdida, el pánico producido por las alarmas, por las bombas…pero el resultado me ha compensado con creces.
—¿Lo dices por Daniela?
—Sobre todo por Daniela —dice poniéndose seria de repente, como si una nube inoportuna viniera a velar su mirada—, pero también por Gerda, por Ted, por Dolores Ibárruri, por Antonio Machado, por Juan Gil Albert, por las Mujeres Libres… por tantas ideas efervescentes y tantas personas inolvidables que he tenido la suerte de conocer. Y por esa Valencia ignorada por miles de seres, la Valencia que hizo de la vida su bandera a pesar de los bombardeos casi diarios, de las alarmas, del hambre, del hacinamiento, de la muerte. Ha sido increíble compartir mis días con gentes que vibraban, bebían, cantaban, reían, amaban, que desplegaban sus ganas de vivir intensamente y se entregaban a la defensa de sus ideales en medio de una oscuridad a la que acababan acostumbrándose. Todo ello te arrolla y te obliga a sumarte a ese ritmo frenético en el que lo único importante es el hoy, pero, incomprensiblemente, no se pierde la esperanza de un mañana mejor.
—¿Y en medio de ese escenario, es posible el amor?
—Es una necesidad. Cuando vives en medio de esas condiciones, las pasiones son mucho más profundas. Lo das todo, lo recibes todo.
—¿Daniela te lo dio todo?
Victoria traga saliva, baja los ojos y se agarra a su vaso de vodka como a una tabla de salvación.
Hay cosas difíciles de contar, imposibles de revivir manteniendo la mirada serena. Yo lo sé. Y vosotr@s lo sabréis en cuanto Mis noches en el Ideal Room cobre vida a finales de septiembre.

Hablaremos entonces.

martes, 8 de marzo de 2016

¿Sin tocarse?

Qué mejor día que el ocho de marzo para tener una cita con las dos mujeres que tengo frente a mí. Compartimos un vino fragante en el Beso de Luna y, cómo no, brindamos por nosotras, las protagonistas de una conmemoración que debería ser diaria hasta que este mundo inhóspito para la mujer consiga entrar en razón y la envuelva con el amor que merece.
Aunque no lo creáis, no sé sus nombres. Ellas me han pedido que respete su anonimato y así lo hago. Huelo el misterio en las miradas que comparten, intuyo el ardor del lazo que las une, aunque ellas prefieren no hablar de su relación.
La que se sienta a la derecha lleva la melena castaña recogida en una cola alta un tanto díscola, ya que deja escapar de forma desganada algunos mechones de pelo a los lados del rostro. Sus ojos rasgados, oscuros, son dos imanes inmisericordes, dos focos que atrapan a su presa y no la sueltan. Si te centras en ellos estás perdida. Está sentada y balancea la pierna que tiene cruzada sobre la otra. Una pierna larguísima, torneada, que invita a posar la mano sobre el muslo y comprobar su dureza.
Por suerte para mí, ella solo presta atención a la mujer de ojos color caramelo que tiene al lado. Ésta parece haber sido embrujada —y no me extraña— por la sensualidad salvaje que irradia su acompañante.
Lamento romper la tensión sexual que se respira en el aire, pero las he traído hasta aquí para preguntarles algo. Carraspeo y me lanzo.
—¿Seguís sin tocaros?
La chica de pelo pajizo y mirada ambarina me observa entonces, desatándose momentáneamente del influjo de la otra, y dibuja una sonrisa malévola que desencadena todo su atractivo. Un atractivo perverso. Acaba de mostrarme la razón por la cual la mujer que está junto a ella parece querer comérsela sin tregua.
—No nos lo preguntes. Si quieres conocer nuestra historia, está escrita —interviene su acompañante, la de la larga cola y ojos cautivadores, con una voz ronca cargada de matices.
Sin poder evitarlo, se me eriza el vello de los brazos. A vosotrxs también os ocurrirá. Os lo prometo.
Ta solo tenéis que leer mi relato Sin tocarte, que forma parte de la antología en la que he tenido el honor de participar junto a otras once autoras.
Este libro, titulado “Donde no puedas amar, no te demores” ha sido publicado por la Editorial Egales con motivo de sus veinte años de lucha incansable por nuestros derechos. Gracias por hacerlo posible.
Lo tenéis ya en Librería Berkana, en Madrid, y también en Barcelona, en Librería Cómplices.
Que lo disfrutéis. Yo pienso hacerlo.

Feliz día a todas.

sábado, 20 de febrero de 2016

Lo único importante

Un mes de febrero inusual nos hace el regalo de esta primavera perenne que se hace presente en cada palmo del Beso de Luna. Los jazmines florecen a deshora y desperdigan su fragancia envenenando la sangre de ansias adolescentes.
He llegado algo tarde pero sé que ese hecho, en ocasiones, nutre mi alma curiosa de escenas que de otra forma no estarían a mi alcance.
Detengo el paso al distinguir la proximidad de mis dos amigas bajo las volátiles telas blancas de nuestro reservado. Ninguna me mira, no advierten mi llegada. Solo tienen ojos para una intimidad que las envuelve en su burbuja particular.
Me cobijo cerca, en un lugar discreto que no puede llamarse escondite porque está en medio del camino pedregoso que atraviesa los jardines. De hecho, un gran velón de los que alumbran el sendero lleva hasta mí la fragancia de la vainilla y me baña con el reflejo dorado de su llama.  
Reconozco que soy una enamorada del amor. Son los pequeños gestos sutiles los que prenden fuego a una escena. Victoria, sin poder evitarlo, eleva despacio una mano y sus dedos atrapan un mechón de pelo de Daniela que, juguetón, revolotea tapando parte de su cara. La retirada, detrás de la oreja, de esa leve cortina que le impide ver con nitidez los ojos avellana de su amada, se convierte en una caricia que enerva la mejilla, el lóbulo y la espina dorsal de Daniela.
Contemplo cómo se estremece y se ruboriza; casi puedo sentir el calor que la recorre por dentro. Daniela es muy celosa de su intimidad y muy consciente de que está en un lugar público. El simple roce de esos dedos prende en ella el deseo como una chispa sobre la hierba seca. Victoria calla y la mira. Daniela no quiere apartar los ojos de la mesa, sabedora de que su expresión revela demasiadas cosas.
La fotógrafa alza la Leica que lleva colgada al cuello, ajusta el objetivo y dispara una y otra a vez como si quisiera atrapar su belleza para siempre, como si pudiera lograr que la cámara ganara la apuesta al reloj.
Lo que ella ignora es que cuando el amor impera no existe el tiempo, no existe la muerte. Eso es lo único importante.
¿Cómo puedo permitirme interrumpirlas? Soy consciente de que esa escena es única e irrepetible, de que su amor, en un marco imposible, está lleno de presente.

Mis noches en el Ideal Room llegará para aliviar la transición melancólica del verano al otoño. En el momento preciso.