Hoy el viento brama, preñando
el aire de partículas húmedas que erosionan los rostros y enredan las palabras.
Armadas con sendas copas de vino, Patricia y yo afrontamos el reto caminando
junto al borde de la balaustrada que separa el Beso de Luna de un paseo
marítimo desnudo, irreconocible.
—Cuando el mar se encabrita
es difícil sustraerse a su embrujo, ¿verdad? —grito para hacerme oír por encima
del estallido de las olas.
Ella, abrazando con fuerza la
gabardina que estira un poco más su alto porte hacia un cielo manchado de luces
diminutas, derrama la mirada en la playa y se regala unos segundos antes de
responder.
—Cuando ruge así me dice
muchas cosas.
—¿Vas a revelarme alguna de
ellas? —sugiero, obligándola a centrar su atención en mí.
No soy capaz de atrapar los
matices que bailan en esos dos círculos cautivadores: el verde de las aguas que
se pierden en abismos insondables, el gris plateado del astro que destapa
nuestras noches, el ocre de las hojas rendidas al otoño.
—¿Qué quieres que te diga?
—Si has tomado una decisión —contesto,
haciendo un esfuerzo para huir de sus ojos.
—Dímelo tú, seguro que ya lo
sabes. Siempre lo haces.
—Me importa tu opinión. Es lo
único que cuenta.
—¿Hace falta que lo haga en
este momento?
—No. Tenemos tiempo, aunque
nuestrxs lectorxs ya conocen de qué estamos hablando y esperan…
—Vamos dentro, hace frío.
Abandonando la imagen
hipnótica de aquel Mediterráneo enfurecido, sincronizamos nuestros pasos hacia
el reservado más próximo. Dentro de un cubo acristalado, un pequeño círculo de
llamas irradia olas de calor convirtiendo aquel rincón del jardín en un lugar
cálido, envolvente. Solo cuando nos hemos acomodado entre los cojines Patricia
vuelve a retomar la conversación.
—No es nada fácil lo que me
preguntas —dice con voz grave tras paladear el último sorbo de vino.
—Lo sé perfectamente. Te
ayudaré a tomar tu decisión.
—Como siempre.
Una sonrisa equívoca nace en
la comisura de sus labios, aunque su voz deja traslucir las brumas internas que
ambas conocemos.
—Sabes, esta última aventura
ha dejado a tus fans con ganas de más. De mucho más —comento suavemente.
—Me alegro por ti. Estoy
segura de que les concederás lo que ansían —afirma con cierto destello en la
mirada que no me atrevo a interpretar.
—El mérito será vuestro, sin
duda.
Ella me observa en silencio,
meditando quizás una respuesta adecuada. Robándole la oportunidad de una
réplica, continúo.
—Quiero que veas lo que
ocurrió en Barcelona cuando fuimos a contar nuestra común aventura. Traigo el vídeo —le digo, mostrándole la pantalla del ipad que llevo conmigo.
También vosotrxs podéis
asomaros…