martes, 21 de diciembre de 2010

Deseos

El Beso de Luna se ha engalanado para estas fiestas. Este año nos deslumbra con su aspecto más argentino. La plata, símbolo de nuestra amada Luna, reverbera por doquier. Velones plateados, telas, cojines, laureles deslumbrantes en las sienes de las estatuas… Hasta las camareras parecen entrar en simbiosis con el ambiente, elegantemente envueltas con ceñidos vestidos en blanco y argento. Todo un espectáculo para la vista. A estas horas de la noche la villa se encuentra abarrotada de gente. Las pérgolas se han dotado de calefacción exterior para estas fechas, y todo el mundo parece dispuesto a tomar los jardines con verdadera furia festiva. Nuestra llegada no ha podido pasar desapercibida. Un murmullo que se eleva por encima de la música nos da la bienvenida al local. Los grupos se hacen a un lado para dejarnos paso, y puedo percibir, desde una discreta distancia, la multitud de ojos ávidos que observan el recorrido de nuestras amigas como si se tratara de un desfile por la alfombra roja. De un tiempo a esta parte, la aparición de nuestras chicas por el Beso de Luna suele provocar esta clase de efectos. Qué le vamos a hacer… Y hoy es todavía más espectacular, si cabe, nuestra entrada. Han venido todos y todas a desearos lo mejor para el año próximo. Nos acomodamos en nuestro rincón privado del jardín, debidamente acondicionado para el invierno, y de inmediato se acercan dos atractivas camareras portando bandejas con cava y trufas. — ¡Cualquier día os piden autógrafos! —exclamo divertida mientras nos van sirviendo—. Me encanta que hayáis podido venir. Aunque falta alguien… Bueno, ya sabes… —responde Mel sonriendo. —Lo sé —digo haciéndole un guiño—. ¿Tenéis preparados vuestros deseos para las amigas y amigos que os siguen? —pregunto mirándolos a todos. — ¡Claro! —contestan casi al unísono. —Pues entonces, es hora de brindar. Levanto mi copa y arrastro conmigo diez manos que se encuentran en el centro de la mesa. El tintineo del cristal flota en el aire. Luego se hace un silencio reverencial mientras paladeamos el líquido burbujeante. Capto la mirada azul profundo de Marcello y sonrío. — ¿Empiezas tú? —Encantado —contesta volviendo a coger su copa—. Yo quiero desear a todos el coraje suficiente para realizar sus sueños. —Precioso brindis, Marcello. ¿Álex? Ella me observa concentrada, humedece de nuevo sus labios con cava y deja la copa sobre la mesa. —Yo a todas las amigas y amigos que nos siguen les deseo la armonía en sus vidas y el olvido de los desencuentros. —Perfecto Álex ¿Nos cuentas tu deseo, Sara? —Mi deseo es la Salud, y si no fuera posible, que nunca falte el cuidado de alguien cercano —dice Sara, regalándonos su voz aterciopelada y tímida. —Gracias, Sara. ¿Patricia? Ella parece estar disfrutando con esto, a la vista del brillo que me dedican sus ojos increíbles. —Deseo a nuestras amigas y amigos que dejen volar su alma aventurera y lo disfruten. —No está mal —le digo devolviéndole una sonrisa sugerente. Iván levanta su copa sin darme ocasión de nombrarlo y me sonríe. —Mi deseo es que encuentren su alma gemela, si todavía no lo han hecho —afirma mirando con ojos tiernos a su pareja. — ¡Muchas y muchos te van a agradecer ese deseo! —digo riéndome—¿Y tú, Fran? —Yo les deseo el sentido del humor. Quien no lo tenga que lo conozca y lo disfrute. Quien lo tenga, que lo potencie. Para mí es un punto de vista imprescindible para apreciar la vida. — ¡Así sea! ¿María? Esta noche irradia una luz especial. Tendré que preguntar a Eva a qué se debe… —Mi deseo es que encuentren la paz interior y que sepan apreciar la belleza en todas sus expresiones. — ¡Ojalá se cumpla! Eva, tu turno. —El mío es un poquito más prosaico, en mi línea —suelta echándose el flequillo hacia atrás—. Deseo la ausencia de hipocresía y unas relaciones sexuales abundantes y explosivas. —Querida Eva, ¡no sabes lo que te apoyo en tu deseo! —le digo riéndome. A ver, Carla… Me mira con ese algo que intimida. —Deseo que cada cual encuentre la actividad que le haga feliz y consiga vivir de ello. —Utópico pero atractivo. Y por fin, Mel… —Yo les deseo que vivan con pasión. Que experimenten la pasión en todas sus vertientes y se dejen arrastrar por ella. Es la mejor forma de sentirse viva. Miro a Mel con agradecimiento y siento que es mi turno. —Pues mi deseo es que se cumplan todos los vuestros. Levanto mi copa y brindo de nuevo con ellos, y algo me dice que van a estar conmigo para siempre. Por cierto, todos me han transmitido su euforia por el próximo encuentro que va a tener lugar en Barcelona. El 28 de enero tenemos una cita en la librería Bertrand para hablar de No voy a disculparme, Tras la pared, Autorretrato con mar al fondo, y toda clase de cosas que surjan y deseéis saber…

domingo, 12 de diciembre de 2010

María y Mel nos hablan de Autorretrato con mar al fondo

El clima nos ha dado un respiro regalándonos una suerte de primavera peregrina. Sin embargo, no nos hemos atrevido a reunirnos en el rincón del jardín que habitualmente es testigo de nuestras tribulaciones en el Beso de Luna. Nos hallamos en nuestra sala de invierno dentro de la villa, en medio del ambiente refinado que nos aportan las estatuas griegas, las molduras, los cojines enormes y mullidos, y por supuesto, los magníficos candeleros encendidos que perfuman cada rincón del alma. María y Mel me observan con una sonrisa mientras les sirvo una copa del magnífico vino de la tierra que tengo entre las manos. El líquido oscuro va creciendo tras el vidrio provocando un rastro húmedo en nuestros paladares. La promesa de una caricia aterciopelada. Antes de hablar, un brindis mudo, en el que se entrechocan nuestros ojos antes que las copas. Y luego, el aroma, el sabor, la calidez, el placer… —Siempre sabes elegir el vino adecuado para cada ocasión —dice María ofreciéndome una mirada agradecida que adivino por los destellos azules de su iris. —Gracias, ya sabéis que me encanta mimaros. —No siempre —dice Mel con una sonrisa entre divertida y retadora. — ¿Lo dices por algo en concreto? —le pregunto enarcando una ceja, conocedora de que estoy mostrándole mi cara más traviesa. —Con alguna de nosotras te has pasado un poquito últimamente... —Te refieres a Autorretrato con mar al fondo, claro —le digo mandándole una sonrisa malvada—. Exigencias del guión. Tú de eso sabes bastante. —Touché — contesta riéndose y levantando su copa. — ¿Tú te encuentras incómoda dentro de esta historia? —le pregunto a María. —No, yo entiendo por dónde vas. No me encuentro incómoda, tal vez un poco rara… —contesta terminando la frase con un tono seductor. —Es normal, dado que estás… — ¡No lo digas! —grita Mel. —No te preocupes —me río—. No iba a decir nada revelador. Iba a decir “inspirada”. ¿Tú también tienes alguna “sugerencia” que hacerme? —Bueno, imagino que no podré ahorrarme una determinada escenita… —Me temo que no. —Lo sabía. Tenía que intentarlo. —Pero estarás contenta de volver a ver a una antigua amiga que vuelve a cobrar protagonismo… —Contenta no es la palabra que yo utilizaría. —Te comprendo —digo divertida, al tiempo que agarro mi copa para alzarla ante nuestras dos amigas—. De todas formas, propongo un brindis de “entendimiento”. Por vuestra tercera aventura. — ¡Por nuestra tercera aventura! — responden las dos al unísono. Autorretrato con mar al fondo se está cociendo lentamente.