viernes, 26 de octubre de 2012

Una noche perfecta


La temperatura está cayendo, el viento se irrita y un intenso olor a tierra regada impregna el aire. Con todo, la noche es perfecta. Ella está sentada frente a mí con su mirada verde quemando cuanto abarca. El frío obliga a ciertas partes de su anatomía a mostrar un protagonismo sofocante. Su melena, enardecida por la influencia del viento y el agua, le otorga un aspecto más lúbrico si cabe. Y para mal de muchxs, la blusa blanca que la cubre se ciñe a su contorno empapada por la lluvia persistente. Patricia se ha empeñado en acercarse al Beso de Luna sin la más mínima protección que alivie los efectos devastadores de su húmeda presencia.
—Te has mojado… —le susurro, acercándole la copa de vino que acaba de llenar la camarera.
—Odio los paraguas. ¿Te incomoda? —replica con una expresión cargada de malicia al tiempo que baja la vista hacia su pecho.
—No necesariamente —le digo, intrépida, perdiéndome en unos ojos que perforan las entrañas. Habría que inventar una vacuna contra esa clase de poder. Aunque sé que más de unx preferiría morir bajo su influjo…
—Mejor —resuelve, provocadora.
La observo un instante más, con cierto detenimiento, antes de continuar.
—Te veo más joven…
Ella sonríe sutilmente.
—Puede ser. La última aventura que me has hecho vivir ha conseguido estimularme de una manera… muy particular.
—Solo puedo decir que te ha sentado bien.
—Gracias. Espero que quienes nos observan piensen lo mismo después de leer La daga fenicia.
—El tiempo pasa abrumadoramente rápido, ya lo sabes. Pronto podrán opinar.
 —Cierto, demasiado deprisa…—afirma reclinándose de forma tentadora sobre los mullidos cojines del reservado.
No me queda otra salida que llevar la copa a mis labios y permitir que los delicados matices del vino arrastren mis sentidos hacia otro lugar. Estoy segura de que me entendéis…