lunes, 23 de julio de 2012

Cierto pelo rojizo

Ya tuvimos el desconcertante placer de disfrutar de su presencia en el Beso de Luna. Esta vez viene con menos prisa. Hace calor. Mucho. Desde la entrada, por el estrecho camino empedrado, ella avanza inmune a todo, inclusive a las miradas incendiarias que la invocan por doquier. Pasea, como si exhibiera una segunda piel, su conjunto de pantalón y camiseta color albero. En cuanto su cuerpo indescriptible se relaja frente a mí, la pérgola se prende fuego. El velón que nos ilumina desde un costado eleva su llama de improviso varios centímetros, envidioso de los destellos rojizos de su pelo. La miro y puedo ver mi reflejo en su iris, que esta noche se engalana de gris verdoso.

—Me alegro de volver a verte —le digo dibujando una sonrisa sutil, elegante.

—Yo también me alegro, te lo aseguro.

Su voz profunda y aterciopelada arranca unos grados más al ambiente cargado. Yo carraspeo y bebo de mi copa helada. De golpe, siento la garganta seca.

—La gente todavía no lo sabe, pero tu papel en La daga fenicia es primordial. De hecho, sin ti no existiría…

—Tú lo quisiste así, podría haber sido cualquier otra…—contesta con cierto brillo malévolo en las pupilas.

—En absoluto. Para mí es impensable que exista alguien ni remotamente parecido.

—Pues lo celebro. Tengo que decir que has conseguido enfrentarme a mis demonios, pero también he gozado mucho. Y me has hecho pensar.

—No vamos a contar quién ha compartido contigo esa difícil aventura.

—No, no lo haremos.

Vislumbro tempestades tras su mirada, pero la impresión dura tan solo un segundo.

—¿He cambiado tus planes?

—Mi futuro depende de ti, ya lo sabes  —dice contemplándome de tal manera que me atraganto.
 
—Eso es cierto —contesto en cuanto logro recobrarme.

Su incorporación a esta entrega desatará incendios. Creo que me entendéis… Pero si no lo habéis hecho, La daga fenicia os sacará de dudas.