martes, 20 de marzo de 2012

Patricia tras La daga fenicia

Aprovecho la circunstancia de que ella me está esperando en nuestro rincón preferido del jardín para observarla en la distancia. Lleva la melena suelta sobre los hombros y una blusa blanca más desabrochada de lo que algunas podemos resistir. En esta época del año, cuando ya despunta el aire cargado de tentaciones, Patricia nos deja ver la piel bronceada y suave en distintas zonas de su cuerpo. El primer azote se presenta en forma de unos shorts cortísimos y unas piernas larguísimas. Y para nuestro desconsuelo, acaba de cruzarlas de una manera que pone de relieve su poder. Voy a tener que acercarme.
—Siento llegar tarde —miento.
—No importa. Me gusta recrearme con el ambiente.
Y al ambiente seguro que le encanta recrearse contigo, pienso.
—¿Has pedido ya?
—Hace un momento.
En ese instante se acerca una camarera muy joven portando el cóctel solicitado por nuestra invitada. La chica se aproxima a ella con una tímida reverencia, deja la bebida y se sonroja.
—Para mí una copa del Ribera del Duero que me servisteis el otro día. Gracias.
En cuanto la muchacha se aleja me enfrento a la segunda maldición de la noche: unos ojos color esmeralda intenso.
—¿Cómo te encuentras?
—Extraña, pero tranquila.
—La experiencia de La daga fenicia no te ha dejado indiferente…
—Ya te encargas tú de eso. Desde que nos conocemos no me has permitido ni un reducto de paz. Me asomé apenas en No voy a disculparme. En Tras la pared ya me mandaste a Mozambique. Y ni te cuento en Autorretrato con mar la fondo.
—Echarías de menos la adrenalina. No eres mujer de rutinas.
—Bueno, ya sabes que tengo algunas: ir al gimnasio, a la biblioteca…
—Sí, y una gran tendencia a romperlas.
—No me dejas más salida —me lanza, atravesándome con su sonrisa malvada.
—Pues yo diría que en esta aventura has experimentado cosas a las que nunca te hubieras acercado si yo no te empujo…
—Cierto. En La daga fenicia llego mucho más lejos.
 
No tenéis ni idea…

martes, 6 de marzo de 2012

Sara nos habla de La daga fenicia

“We could have had it all, rolling in the deep, you had my heart and soul and you played it to the beat…“ La música de Adele me cosquillea en el oído izquierdo mientras mi pabellón auricular derecho se concentra en recibir la señal monótona y reiterativa del teléfono móvil. Espero que mi interlocutora responda. Alargo mi brazo hacia la copa de vino que reposa sobre la mesa baja del reservado, me esponjo todavía más en los mullidos almohadones y por fin escucho el clic al otro lado. A la invitada de esta noche le ha sido imposible acudir al Beso de Luna, pero me ha prometido responder a mis preguntas en la distancia.

—¿Sara? —demando con una sonrisa en los labios.
—Aquí estoy, como te prometí —contesta con esa voz tan particular que enamora a las piedras.

Sin poder evitarlo, mi mente evoca su piel tostada, los labios sensuales, los ojos oscuros que hablan por sí mismos, sus bucles breves y, como no, esas arruguitas provocadoras en la comisura de su boca que tantas veces han hecho perder la cabeza a Patricia... y bien seguro a alguien más.
—Agradezco tu interés por estar aquí en estos momentos, compartiendo con nosotrxs un encuentro esperado.
—Siempre es un placer charlar contigo —me dice quedamente.
—Imagino lo que supone para ti hablar de Patricia, pero me gustaría que nos contaras tus impresiones sobre lo que va a suceder en La daga fenicia.
—Lo único que puedo decirte es que estoy muy preocupada. Ya sabes cómo es. No tiene miedo a nada y no podría soportar que le ocurriera algo malo.
—Estoy segura de que entre todxs cuidaréis de ella.
—No sé si va a ser tan fácil.
—No lo va a ser. Te lo aseguro.
—La daga fenicia nos va a atravesar a todos…
Puedo tocar su silencio al otro lado de la línea e intuyo que no quiere continuar.
—Gracias, Sara. Valoro tu esfuerzo.
El sonido de la comunicación cortada llega hasta mí como la ratificación de su angustia. Levanto mi copa y hago un brindis silencioso por ellas.