miércoles, 11 de diciembre de 2013

La daga fenicia o el vértigo


“Sometimes I feel I’ve got to, run away I’ve got to, get away…” La voz de Karen Souza con su sensual versión de Tainted Love aletarga el ritmo de mis pasos, provocando un sonido hueco y perezoso contra el empedrado del Beso de Luna. Al final del sendero, junto a la pérgola más apartada, descubro a una belleza de rasgos exóticos —mezcla de la sangre caliente de india cherokee e indonesio— que me observa con mirada analítica mientras se lleva una bebida a los labios.
—Siento la tardanza —le digo acercándome para besarla en la mejilla. Ella se inclina con el fin de facilitar un contacto que, debido a su elevada estatura, no es tarea fácil.
—No te preocupes, este ambiente es agradable y solo llevo unos minutos esperando.
—Veo que has pedido un vino excelente —comento, señalando con un gesto la botella alojada junto a una copa vacía que, sin duda, está deseando ser utilizada.
Al tiempo que me sirvo un poco del líquido oscuro y aromático, Hebe —que así se llama mi acompañante de esta noche— se recuesta en la hamaca entre mullidos cojines. Me observa despacio desde unos ojos oscuros como una sima; unos ojos que encierran enigmas indescifrables.
—Intuyo que hoy te apetece hablar del riesgo —me dice sonriendo levemente.
Contemplo el par de piernas larguísimas que tengo ante mí y me digo que, efectivamente, el riesgo debe de convivir segundo a segundo con ese cuerpo de curvas poderosas.
—En realidad de lo que quiero hablar es de tu pasión por ese riesgo.
—Qué quieres que te diga —se ríe—, la adrenalina es una de las drogas que más ansía mi cerebro y eso lleva aparejado ciertos peligros. Bueno, la adrenalina y ese otro ingrediente que ya conoces…
—Por supuesto —afirmo, llevándome también el vino a los labios. La madera y las especias de aquel caldo excelente me invaden el paladar insuflando placer a cada una de mis células. Cierro los ojos y un sonido de goce involuntario se escapa de mi garganta. Ella inclina la cabeza y se relame con una expresión que no me atrevo a transmitir.
—Sé que más de una persona habrá disfrutado del vértigo que encierra La daga fenicia —declara con voz algo ronca, como si un recuerdo se hubiera asomado de improviso a su mente.
—No me cabe la menor duda, solo tienes que escuchar los comentarios que surgieron en nuestro encuentro en Valencia. ¿Quieres ver el video? —la provoco.
Sin esperar su respuesta, me acomodo junto a ella, obligándola a centrar su atención en la pantalla del ipad que extraigo de mi bolso.
Y vosotrxs, ¿os apetece echar un vistazo al encuentro del pasado 15 de noviembre? Salieron a la luz muchas cosas. Abrid el vino…