sábado, 24 de junio de 2017

Reencuentro con Mel

—Tenía muchas ganas de volver a hablar contigo—le digo mirándola intensamente.
Sus ojos, de un ámbar luminoso, encierran reflejos imposibles: el rugido del mar Mediterráneo, los secretos de una mente productiva, el ímpetu de un corazón en llamas, la mirada de pasión de Carla, el abrazo de Alejandra, su hija.
Podría decirse que Mel ha ganado en atractivo durante estos años que han impuesto cierta distancia. Su cabello dorado se ha aclarado por efecto del sol y hace resaltar un bronceado intenso. Las arruguitas en torno a esos dos focos de color dorado que son sus ojos se multiplican al estallar la sonrisa burlona.
—No me he ido a ninguna parte… —dice, provocadora.
—Lo sé. Tú siempre has estado ahí. Lo que no sabía era que conocieses a Samoa.
—Claro que lo sabías. Tú lo sabes todo, ¿recuerdas? —me suelta, sonriendo ya abiertamente.
—Lo habré olvidado —respondo, guiñándole un ojo.
—Seguramente —replica, llevándose a los labios su cerveza helada, sin dejar de mirarme.
—¿Qué tal está Carla?
—Muy ocupada, como siempre.
—Imagino que todo marcha bien entre vosotras.
—¿Tú qué crees?
—Que la forma que tenéis de miraros lo dice todo.
—El amor solo hay que alimentarlo día a día. Todo lo demás funciona solo.
—Tuviste muchas dudas al principio…
—Es normal. Tú también las hubieras tenido. Carla tiene quince años menos que yo. Ahora mismo su belleza es como un foco que deslumbra cuando lo miras, una llama que lo arrasa todo, mientras las huellas de la edad van haciendo mella en mí. Pero eso a ella no parece importarle.
—Carla está loca por ti. Y tú estás todavía más atractiva que la última vez que nos vimos, eso te lo aseguro. El amor y la sabiduría irradian desde tu interior y se manifiestan a través de tus ojos.
—Gracias, tenemos que quedar más —dice con desenfado—. A Carla la quiero con toda mi alma. Y además me ha dado a Alejandra…
—¿Cómo está vuestra hija?
—¡Muy mayor! Crece muy deprisa. Ya tiene seis años.
—¿Y sigue complicándoos la vida?
—¡Constantemente! —ríe de nuevo—. Pero ya vamos acostumbrándonos. De hecho, esas sorpresas que nos da de vez en cuando ponen más pimienta en nuestras vidas.
—Me lo imagino. No te pregunto por tu carrera porque está claro que tus novelas se siguen vendiendo en todas partes. Y a tu amiga Samoa tampoco parece que le va nada mal…
—¡Desde luego! Ya habrás visto que “La bodega” ha arrasado en todas las librerías.
—¿Sabes tú algo de esa trama? Se rumorea que está basada en hechos reales…
—Si lo supiera ¿crees que te lo diría?
—¿Pacto de silencio entre escritoras?
Mel sonríe y calla, vuelve a llevar la botella hasta su boca y esta vez da un trago largo y refrescante.
Suelto una carcajada ante su actitud.
—¿Volverás para hablarnos de “Regreso a Eterna”?

—Cuando tú quieras, ya lo sabes.