jueves, 2 de noviembre de 2017

¿Qué hay en La Esencia?

Esto es lo que he preguntado a las invitadas con las que estoy compartiendo una magnífica botella de vino. Todas ellas han participado, con mayor o menor fortuna, en la historia que cuenta la novela.
—En La Esencia hay riesgo —responde Samoa sin un ápice de duda.
 Me observa, armada con una mirada ámbar cautivadora, colocándose una mecha de color rubio oscuro detrás de la oreja.
—Para mí —interviene Ronda— lo que encierra La Esencia es toneladas de amor.
Los oscuros ojos se posan en su pareja buscando un reconocimiento que encuentra de inmediato. Samoa se aproxima y funde sus labios con los de ella. Un beso breve que significa mucho más de lo que se intuye.
—Pues yo digo que en La Esencia hay amistad, pero también traición —alega Marisa, sentando cátedra. 
Evita mirar a nadie con ánimo de no arruinar la tertulia. Un carraspeo incómodo acompaña su rotunda afirmación.
—En La Esencia, ante todo, hay magia —dice Noe, soñadora. 
Observo a la mujer pelirroja con la esperanza de descubrir el sentido intrínseco de sus palabras, pero su mente parece estar volando muy lejos. De hecho, las gafas de montura negra tras las cuales se esconde dejan ver unos párpados cerrados.
—Pues yo creo que detrás de La Esencia hay diversión, sensualidad, aventura —afirma Lola en tono superficial. 
Miro cómo sus largas y cuidadas uñas aferran la copa y se la llevan a unos labios exquisitamente perfilados.
—Yo diría que en La Esencia interviene el destino y un exquisito juego de confluencias —señala Mel, alzando su bebida para proponer un brindis—. Pero también ofrece el profundo aroma del buen vino.
Las cinco secundan el gesto de Mel, apoyando una causa común que las tendrá amarradas de por vida, a su pesar.
¿Ya has buceado en La Esencia?

No tardes. Regreso a Eterna llega empujando con fuerza. Tiempo al tiempo.