domingo, 7 de enero de 2018

Soy Patricia. Y no quiero decidir.

Decisiones. ¿Por qué la vida está llena de decisiones? Quisiera quedarme aquí, con los ojos cerrados, notando el calor del sol en la cara, sintiendo este aroma a mar que me acerca la brisa.
Y no pensar. No quiero pensar.
Solo quiero disfrutar del placer que me otorga esta copa de vino que tengo en la mano. Y del silencio. Bendito silencio. No puedo permitirme volver a oír su voz. ¿Es mucho pedir?
No quiero recordar. ¿Por qué me obligan a recordar?
No quiero la responsabilidad de la vida de nadie entre mis manos. No puedo erigirme en heroína a costa de tanto. 
¿Por qué yo?
Solo deseo estar aquí, callada, sin acordarme de sus ojos, sin notar de nuevo su olor, que no me deja pensar en nada más.
Quiero quedarme aquí, sola, tranquila.
Me acojo al derecho a no decidir. Estoy harta de hacerlo. ¿Puedo no hacerlo? ¿Puedo seguir aquí, sentada, con mi copa en la mano, la brisa en el rostro y la mente inundada de ella?
No, por supuesto que no. Ya lo sé. No soy capaz de decepcionar a nadie.
Ya he llegado tarde para la paz, tarde para el olvido.
Me muero de ausencia.

Regreso a Eterna.