El calor de este tórrido julio subleva incluso a los
jazmines, que protestan volcando su fragancia al aire sin reservas; un aroma
que se cuela en lo más profundo del subconsciente provocando que los instintos
afloren. Y eso es precisamente lo que observo en los ojos de las cuatro mujeres
que me acompañan esta noche: pasión.
A pesar de ese punto común, las cuatro no pueden ser
más distintas.
Sophie refleja la seguridad de la mujer que se ha
hecho a sí misma. Es una mujer de negocios independiente y resuelta. Su pasión
se orienta hacia una búsqueda que, a buen seguro, va a obtener frutos certeros.
Victoria luce en la mirada el fuego del amor: amor
por su familia, amor por la fotografía, amor por Daniela. Pero también podemos
descubrir en ella el dolor de un corazón dividido: la obligación de decidir le
parte en dos. Debe elegir entre sus afectos, elegir si rebelarse o no a su
destino.
Daniela es mucho más de lo que aparenta. Y es mucho
más porque supera las trabas que su entorno le impone. Daniela da el salto sin
pensar en las consecuencias, se arriesga a pesar de las heridas de guerra que
marcan su pasado.
Y Gerda…es Gerda, una mente libre. No hay nada que
la frene en sus convicciones, nada que oscurezca su valentía, ningún obstáculo
que pueda borrar su eterna sonrisa ni la fuerza de su Leica.
Contemplándolas no puedo sino pensar en el cometido
que cada una de ellas tiene en Mis noches en el Ideal Room. Un cometido único
en la historia que se desarrolla entre sus páginas, pero también un cometido
que trasciende a una época determinada.
Si nada lo impide, tendréis en vuestras manos Mis
noches en el Ideal Room a finales de septiembre. Mientras tanto, podéis leer
Donde no puedas amar, no te demores. Que disfrutéis del verano.