miércoles, 16 de diciembre de 2020

La naturaleza es caprichosa

 






He llegado para cumplir vuestra voluntad.

Esa voluntad que, a menudo, negáis.

Creéis en las sonrisas convincentes.

Traigo la mía de fábrica.

Pedís cercanía.

Miradme a los ojos.

Necesitáis trabajo.

Os lo proporciono.

Queréis seguridad.

Ahí la tenéis.

La naturaleza es caprichosa y yerra a menudo.

No debéis preocuparos.

He venido a encauzarla.

Voy más allá de vuestras voces.

Conozco vuestras mentes.

Sé con precisión lo que os conviene.

Y os lo voy a dar.

Me llamo César Barral.

Os espero en Insurrectas.

No faltéis a la cita.

viernes, 20 de noviembre de 2020

No estoy sola

 


Ni en mi habitación, ni cuando me pierdo entre hojas escritas, ni al recorrer senderos olvidados, ni rodeada de tanta gente que me abruma el ruido y me vuelvo hacia dentro, alojándome en el interior de mí misma.

Ni cuando sueño; ni siquiera cuando sueño estoy sola.

Pensé que sí, que existía un reducto al que nadie podía llegar, un espacio solo para mí. ¡Qué ilusa!

Me equivocaba.

El día que lo descubrí, el terror me envolvió como una manta. Huí a toda prisa, me alejé de ello refugiándome en lo cotidiano, me aferré a una realidad conocida; una realidad que se me escapaba de las manos.

Tan solo logré estamparme contra un muro insalvable. Debía aceptarlo.

Fue entonces cuando entendí.

Descubrí que tengo la fortuna de su compañía, que lo que va conmigo me arropa.

Me enseña el camino.

Me orienta.

Os lo mostraré, ya lo veréis.

Insurrectas está a la vuelta de la esquina.

Y yo, Miriam, viajo con ellas.

 

miércoles, 30 de septiembre de 2020

La insurrección es un deber

 


¿Por qué nos conformamos?

Imaginad que una burbuja nos cobija. En ese espacio disponemos de agua corriente, electricidad y comodidades que nuestros antepasados nunca hubieran soñado. Disfrutamos de comida, bebida, libros, música, televisión, Internet y algún pequeño lujo. Quedamos de vez en cuando con nuestras amistades y con nuestra familia. Celebramos cosas. Podemos pensar, decir lo que pensamos e, incluso, defender nuestras ideas.

Somos felices.

Ahora suponed que los límites físicos se estrechan cada día un centímetro, que esos alimentos se reducen cada semana en cien gramos, que ya no hay dinero para libros, música ni lujos, que la comunicación entre las personas se hace cada vez más difícil y que la tele nos adocena a cada minuto un poco más; que ya no podemos salir sin que nos observen; que nos arrebatan, mes a mes, a alguien que nos caldea la vida.

Que hablamos cada vez menos. Y más bajito.

Ya no somos tan felices.

Sin embargo, nos encerramos en nuestra isla y seguimos disfrutando del ambiente seguro del que llamamos nuestro hogar, a pesar de que el espacio es más estrecho, la comida más escasa y el frío aumenta. Echamos de menos a algunas personas, pero sobrevivimos. Es más, observamos alrededor y descubrimos a cientos que no pueden caminar un metro dentro de su cubículo. No obstante, aún tenemos una habitación donde dormir; pequeña, pero permite que nos tumbemos.

Todavía no nos preocupamos en exceso.

Hasta que llega un punto en que solo podemos descansar con las piernas encogidas; en que solo comemos basura y bebemos agua turbia. Ya no hay libro, canción ni imagen que nos alimente el alma, ni pensamientos que puedan expresarse en voz alta.

Y, por fin, alguien estalla.

Me llamo Victoria. He viajado lejos, he visto muchas cosas. Lo suficiente para comunicaros que estáis a tiempo de uniros a Insurrectas.

sábado, 8 de agosto de 2020

Sin riesgo, la vida sabe a corcho

 

Siempre pensé que, hiciese lo que hiciese, no podría cambiar el mundo.

Nunca creí en mí misma, estaba convencida de que las heridas de mi pasado no me dejarían demasiadas opciones, por lo que me dediqué a contemplarlo todo a través del visor de mi cámara. Soy fotógrafa.

Necesitaba un parapeto que me separara de aquello que podía hacerme daño. Utilicé mi oficio y miles de subterfugios para lograrlo.

Sin embargo, todo ello pugnaba constantemente con mi tendencia imparable a darme cabezazos contra las injusticias.

Mi eterna lucha interior.

Yo no podía cambiar el mundo, ¿o quizás sí?

Había subestimado la fuerza de la solidaridad.

De la sororidad.

De la unión.

He aprendido que el dolor es inherente al camino y que las heridas otorgan una fuerza inusitada si comprendes la forma en que te ayudaron a crecer. Aceptarlo es la única manera de vivir, de disfrutar de cada uno de los millones de detalles de los que se compone la felicidad.

Al final, harta de conformarme con un sucedáneo de la vida, he decidido romper mis muros a patadas. Debo reconocer que tuve ayuda.

No me arrepiento.

No lo haré nunca.

Seguiré arriesgándome, forma parte de mi ser.

Aunque duela.

¿Vas a arriesgarte tú?

En unos meses podrás entrar en INSURRECT"S. 

Por cierto, me llamo Vega del Hierro.


martes, 26 de mayo de 2020

La tremenda estupidez de creer que sabes


La experiencia me había convertido en una mujer dura. O eso pensé durante mucho tiempo. La vida no me lo puso fácil, pero también me dio algunas armas para defenderme. Tengo un físico que atrae miradas, lo reconozco. A pesar de las circunstancias que rodearon mi infancia, a fuerza de inteligencia y tenacidad logré salir adelante, estudiar la carrera de periodismo y forjarme un futuro que me permite vivir desahogadamente.
Y me volví estúpida.
Creí que nunca nadie podría engañarme, que ya había visto demasiado, que lo controlaba todo. Mi falsa seguridad me había vuelto ciega y las defensas que creía tener se derritieron como un carámbano bajo el sol de julio.
Por suerte, el destino se encarga de poner las cosas en su sitio; eso sí, después de desencajarlas, como en el cubo de Rubik.
Yo, que siempre había alzado la voz contra lo injusto, me di cuenta de que mi propia arrogancia no me dejaba ver la realidad. Y la realidad, con toda su esplendorosa barbarie, se extendía delante de mis ojos.
Aquí me tenéis hoy, más abierta a la incertidumbre, más receptiva a lo que me rodea y, en consecuencia, más libre.
Ahora me he lanzado a nadar sin ropa y lo único que sé es que sigo aprendiendo. Y soy más feliz.
Por cierto, me llamo Marina Salvatierra.
Me conoceréis en INSURRECT"S

lunes, 2 de marzo de 2020

Pablo


Hubo un tiempo en que la ciencia solía guiar mis pasos.
Qué iluso fui, tratando de enjaular la vida
dentro de parámetros comprensibles.
No sé si abrí una puerta a lo desconocido
 o lo desconocido vino a mí.
Solo sé que no sé nada y que nada quiero saber
si saber me trae el dolor,
 lo indefinible,
 el terror.

Ahora anhelo lo cotidiano,
 pero nada es sencillo.
 Ya nada es sencillo.

 Me llamo Pablo Aguadulce.
Entrad en 22
Sabréis de qué hablo.



jueves, 20 de febrero de 2020

Presta atención


¿Dónde vas?
¿Tan deprisa?
Respira.
Es lo único que tendrás, tu presente inspiración; esa bocanada de aire que llena tus pulmones para aportarte oxígeno.
Más allá, nada es seguro, nada es preciso.
Abre los ojos, centra tu atención.
Mira lo que tocas, toca lo que observas, observa lo que amas.
Saborea lo que tus labios apresan, céntrate en la textura, la temperatura, el aroma.
Contempla tu respuesta.
¿Salivas?
Paladea.
¿Ronroneas?
Disfruta.
¿Cuánto tiempo hace que no miras a los ojos?
Entra en su alma.
A través de la mirada lo sabrás todo.
Quizá no te guste lo que encuentres.
Asúmelo.
Es el camino.
La vida está ante ti, no pases de largo.
La pereza es enemiga de la evolución.
Busca la mejor versión de tu persona.
La felicidad, esa idea tan mal buscada y peor hallada, está al alcance de tu mano.
La atención lo es todo.
Presta atención a lo que haces.
Presta atención a lo que sientes.
Presta atención a lo que sueñas.
Presta atención a lo que amas.
Y, al final de todo, regala con generosidad cuanto aprendas.
Convertirás este mundo en un lugar mejor donde vivir.

Insurrectas se está forjando.

martes, 18 de febrero de 2020

Andrea


La ciencia era uno de los pedestales sobre los que se apoyaba mi vida.
Pensé que estaba segura en mi pequeño mundo perfecto,
calculado, 
mecánico,
cuántico;
un mundo en el que imperaba el equilibro, 
la paz, 
el amor 
y la risa.
Hasta que abrí los ojos y todo estalló.
Hasta que, un buen día, me vi abocada a aceptar lo impensable.
Y, entonces, la magia comenzó a crecer en mi regazo.
Me llamo Andrea
Vivo en 22..

martes, 11 de febrero de 2020

Roberto

Lo supe muy pronto.
El dolor físico nació conmigo.
Ha sido una constante en mi vida,
un faro,
una baliza,
un rastro de migas.
Mi dolor protege,
guía,
auxilia.
Pero hay otra clase de dolor
al que no me habitúo.
No nace de mi cuerpo,
pero me rompe por dentro,
me desgarra,
me quita el oxígeno,
me deshace el suelo.
A ese, sí lo temo.
¿Quieres saber de lo que hablo?
Me llamo Roberto Marinas
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