jueves, 23 de mayo de 2013

Traspasar la puerta


—Yo diría que asomarse a La daga fenicia implica traspasar una puerta —le apunto a nuestra invitada de esta noche.
Patricia, con una sola mano, echa hacia atrás los largos mechones de su melena para apartarlos del rostro, en un ademán que siempre me ha resultado tremendamente sexy.
—En realidad, no solo una. Yo diría que existen muchas y en todas ellas será necesario demostrar el coraje suficiente.
Un destello color esmeralda se escapa de su mirada y yo me quedo paralizada en mi asiento. No me acostumbro a su belleza.
—Coraje que, me consta, has desplegado de forma generosa en La daga fenicia —acierto a contestar.
—Digamos que tú me has puesto ciertos retos y yo he decidido jugar.
En aquel preciso instante me digo que su sonrisa desmantela las defensas más inquebrantables. Y, por supuesto, ella lo sabe.
—¿Te ha resultado difícil a nivel físico? Digamos que ya no eres una niña…
—Gracias por la insinuación…
—Sé que no te sientes ofendida, así que no pongas esos morritos —le espeto, riendo abiertamente.
—Vale, sabes que ya no me ofende hablar de mi edad —ríe conmigo—. La verdad es que los riesgos físicos a los que me he expuesto eran importantes, pero valieron la pena todos ellos.
—¿Todos? —la provoco.
—Incluso ese —contesta con una mirada cómplice—. Me ha permitido aprender una lección que no olvidaré, me ha hecho madurar y enfrentarme a mis temores.
La contemplo en silencio, animándola a continuar.
—Y lo más importante, me ha demostrado que la vida está llena de decisiones y que tenemos derecho a equivocarnos, pero también la responsabilidad de asumir las consecuencias. Debo darte las gracias por la oportunidad que me has dado. Millones de personas darían cualquier cosa por experimentar lo que yo he vivido.
—Lo sé. Y dentro de muy poco todas tendrán la posibilidad de ponerse en tu lugar, de situarse frente a la misma encrucijada… ¿Cuál sería su decisión?
—Creo que después de leer La daga fenicia muchas te la comunicarán…

Eso espero.