lunes, 7 de julio de 2014

Cruce de caminos


El bochorno es de tal calibre que estoy a punto de agarrar mi copa de cóctel y pasear el cristal helado por la parte más sensible de mi cuello. Teniendo en cuenta quién me acompaña esta noche, deduzco que no me libraría de un comentario subido de tono, así que aguardo con estoicismo a que me alcance un soplo de brisa marina. Eva me observa con las piernas cruzadas y ese aire de desfachatez innata que las mujeres adoran. María, a su lado, es el contrapunto perfecto. De mirada serena y complaciente, espera a la que está por llegar con su positivismo habitual. 
No han transcurrido ni dos minutos cuando la veo aparecer por el sendero empedrado que conduce a nuestro rincón. Los velones que bordean el trayecto arrojan sombras traviesas al ritmo de sus pasos.
—No sabes las ganas que tenía de conocerte. Yo soy María —dice levantándose en el acto en cuanto la ve aproximarse a la mesa.
Victoria se contagia de su sonrisa y la besa en ambas mejillas. Eva se pone en pié sin muchas ganas.
—Yo me llamo Eva.
—Victoria —contesta, besándola también. Acto seguido, se sienta a su lado.
—Bienvenida al club —comenta Eva con un tono no exento de sarcasmo.
—¿Pretendes asustarla? —le suelto, lanzándole una mirada socarrona.
—Ni se me ocurre. Imagino que ya sabe dónde se ha metido.
—Eres de lo que no hay —interviene María dándole un pequeño empujón—. Estoy segura de que ha vivido cosas apasionantes en Mis noches en el Ideal Room.
—Sí, no me cabe la menor duda —replica Eva con un brillo malicioso en la mirada.
—En todo caso, dejemos que sea ella la que nos cuente su experiencia —propongo, girándome hacia la recién llegada.
—Si no os importa, me gustaría beber algo primero.
—Por supuesto —le digo. Levanto una mano y hago una señal a la camarera más próxima. La chica se acerca dispuesta.
—Vodka —pide Victoria sin pestañear.
Eva emite un silbido.
—Me trae buenos recuerdos —alega Victoria, ofreciendo a Eva su sonrisa más enigmática.
—Recuerdos unidos a un vaso de vodka… Acabas de atrapar mi interés —confiesa Eva mirándola con ojos provocadores.
—Déjala hablar. Me muero por conocer su historia —señala María.
En breves segundos la joven camarera deposita la bebida delante de nuestra nueva amiga y esta le da un buen trago. Ni un solo gesto denota que el fuerte brebaje ha atravesado su garganta. Eva enarca una ceja.
—Bien, todo empezó un quince de mayo… —comienza a relatar.

Yo me echo hacia atrás en el asiento. Mi mente vuela inexorable hacia el Ideal Room.