jueves, 30 de agosto de 2018

Norma. Del pánico al éxtasis. Y vuelta a empezar.


Lo siento entre mis dedos y no puedo dejar de dar vueltas. Camino desde el salón a la cocina, voy al dormitorio, regreso, contemplo el mar desde la terraza.
Mi mano rodea el vial, temerosa de dejarlo caer, con horror a que me lo arrebaten, aterrorizada de perderlo. Lo aprieto tanto que puedo romperlo.
Respiro.
Debo relajarme.
Pienso en ella. No quiero, pero la pienso.
Si doy este paso no habrá vuelta atrás. Siento el corazón en la garganta, batiendo con fuerza, avisándome del peligro, anhelando que la interminable espera acabe.
Voy a ir. Ella estará allí. Voy a verla de nuevo y no sé cuál va a ser su reacción. Ni la de las demás. Es posible que todo salga mal. Quizás todo termine para siempre.
Pero debo ir.
Estoy en el coche. El vial, a mi lado, en sitio seguro.
El viento en el pelo y las pulsaciones en los oídos.
“Su destino está a cien metros”, me informa la irreal voz del navegador.
Estoy llegando.

#REGRESOAETERNA