Pintoresca. Así definiría la relación entre estas
tres mujeres tan dispares. Lola y Marisa no pueden ser más opuestas. Ésta pasea
sus rotundas hechuras sin inhibiciones. No está gruesa, aunque no se ajusta a
los cánones. Es terrenal, estricta, maniática de la puntualidad y feliz madre
de familia. Cuando no se dedica al cansino deporte de discutir con Lola,
trabaja como anestesista en uno de los hospitales más grandes de nuestra Comunidad.
Lola, por el contrario, es un bombón hecho a
conciencia. Adicta a la cirugía plástica, regenta uno de los centros de
estética más importantes de la ciudad. Aparentemente superficial, no pierde
oportunidad de sacar de quicio a su amiga Marisa.

Se me escapa una sonrisa cuando las veo avanzar desde
la entrada del Beso de Luna. Marisa es la más alta de las tres y llega despotricando
dirigiéndose a Lola, mientras la corta melena castaña se bambolea nerviosa en
torno al rostro. Parece enfadada, pero el gesto adusto le dura poco cuando
Lola, mucho más pequeña, aunque de curvas vertiginosas, la agarra amorosamente
del brazo ignorando sus recriminaciones. Los ojos oscuros disparan chispitas
malévolas mientras sacude su melena azabache hacia atrás.
—Hola, cariño —me dice, aupándose sobre la punta de
sus zapatos de tacón de aguja para besarme.
—Perdona por la tardanza. Como siempre, Lola tenía
un “asunto urgente” que atender —suelta Marisa refunfuñando.
—Si tú atendieras esos “asuntos urgentes” más a menudo,
querida, no tendrías tan mal genio —replica Lola.
—Ya ves, estas dos siempre igual… ¡Me encanta esta
canción! —exclama Noe, balanceándose de repente en una extraña danza, con los
ojos cerrados, mientras suena Il Diario
Degli Errori de Michele Bravi.

Muy pronto os sorprenderán. Prometido.