
Se separó de mí para observarme despacio,
como si todavía dudara de mi presencia junto a ella.
—¡Estás aquí! —exclamó con su inimitable voz,
la voz que fue protagonista indiscutible de Tras la pared; el sonido melódico y
estremecedor que consiguió arrastrar a Patricia hacia aquellos parajes.
Había pasado tanto tiempo…
—Ya lo ves, te prometí que un día vendría a
verte. Sigues formando parte de nuestra historia, de nuestra gran familia,
Sara.
Los ojos profundos, oscuros, brillaban como
mil lunas. Percibí el ligero temblor de sus labios y le cogí de la mano para
que me lo enseñara todo, para que me mostrara la vida que había elegido lejos
de Patricia, lejos de nuestro mundo complejo. Apartó la emoción que la embargaba
para hacerme recorrer aquel territorio sembrado de tiendas de campaña y que
conociera a sus gentes. Recuerdo que me presentó a cientos de niños cuyos
nombres me iba a ser imposible recordar. Ella tiraba de mí por aquel suelo
polvoriento consiguiendo que olvidara el cansancio que agarrotaba mis músculos,
a fuerza de resistir treinta horas de vuelos y cuatro de caminos imposibles a
lomos de un jeep destartalado. Pensé que Mozambique y Sara bien valían mil
penurias.
Visitamos el edificio principal donde saludé
al doctor Fuentes, el cual no pudo ocultar su sorpresa al verme. Sara me condujo
finalmente hasta la pequeña casa de adobe que fue testigo de su despertar al
amor. Me agasajó aquel día con la comida típica a base de harina de mandioca
condimentada con salsa picante de la región. Mientras preparaba una infusión,
le pregunté cómo estaba.
—Extrañamente feliz —dijo suspirando—, aunque
todavía la echo mucho de menos.
No supe qué contestarle.
—¿Ella está bien? —se atrevió a decir.
—Sí —respondí, sin querer echar más leña al
fuego.
Sara no insistió, pero sobre nuestro silencio
sobrevoló sin duda el eco de una pasión que abrasaba el alma.
Mientras sorbía despacio el té, me dio por
pensar en Irene, una amiga muy apegada a esas tierras y, sobre todo recordé a mi
amiga Lisi, que adoraría celebrar su cumpleaños en aquella cabaña junto a
nosotras, saboreándolo todo.