—¿Sara no ha venido? —pregunta
Mel a Patricia llevándose el champaña a los labios.
—Llamó esta tarde. Cancelaron
su vuelo, no llegará a tiempo. Me ha pedido que le dediquemos un brindis.
—¿Y tú cómo estás? —continúa
Mel.
—Un poco nerviosa, no voy a
mentirte.
—¿Crees que vendrán?
—Me lo han prometido. Confío
en su palabra.
Codo a codo con ellas,
contemplo cómo en el Beso de Luna se respira la eclosión del verano. La luna inmensa
derrama su embrujo sobre nuestro local de encuentro, y éste se yergue ufano,
engalanado de blanco por los cuatro costados. Decenas de telas ondean bajo las
caricias de una brisa que se encarga de refrescar las pieles ya castigadas por
los primeros soles de junio; pieles que se contonean, se atraen, se rozan, sabedoras
de que en esta época del año despliegan su atractivo más poderoso. De
improviso, cuatro mujeres caminan hacia nuestro grupo haciendo temblar con su
avance las llamas de los velones que vigilan el sendero. Son ellas. A pesar de
que la villa está al límite de su aforo, nuestras visitantes se encargan de
secuestrar la atención a cada paso.
—¡Madre mía! —suelta Eva,
con la copa a medio camino de la boca.
María le encaja un simulado
codazo en las costillas, al tiempo que, continuando con la broma, frunce el
entrecejo en un gesto celoso.
—¿Esas son tus amigas? —pregunta
Carla con una expresión de asombro que no puede apartar de su cara.
—Sí, han venido al fin —responde
Patricia con los ojos entornados. Los destellos verdes de su iris se oscurecen
de repente.
—¿De dónde las has sacado?
¡Qué barbaridad! —exclama Fran.
—Impresionantes… —susurra
Iván, observando la aproximación de las recién llegadas con la boca abierta.
—Ahí tenéis a las
responsables de que La daga fenicia haya ganado el Premio de la Fundación Arena de este año, el antes llamado Premio Terenci Moix de Narrativa
LGTB —explica Mel, atenta a la llegada de las cuatro.
—No solo ellas, Mel. Todxs
vosotrxs sois la causa de esta celebración, y por ello levanto mi copa y os doy
las gracias —intervengo.

Gracias a la Fundación
Arena, que tan importante labor hace en defensa de nuestro mundo y de nuestra
forma de vivir, y a mis lectoras y lectores que me incitan a continuar
escribiendo. Gracias. Soy muy feliz.