
—Me alegro de volver a verte —le digo dibujando una sonrisa sutil, elegante.
—Yo también me alegro, te lo aseguro.
Su voz profunda y aterciopelada arranca unos grados más al ambiente cargado. Yo carraspeo y bebo de mi copa helada. De golpe, siento la garganta seca.
—La gente todavía no lo sabe, pero tu papel en La daga fenicia es primordial. De hecho, sin ti no existiría…
—Tú lo quisiste así, podría haber sido cualquier otra…—contesta con cierto brillo malévolo en las pupilas.
—En absoluto. Para mí es impensable que exista alguien ni remotamente parecido.
—Pues lo celebro. Tengo que decir que has conseguido enfrentarme a mis demonios, pero también he gozado mucho. Y me has hecho pensar.
—No vamos a contar quién ha compartido contigo esa difícil aventura.
—No, no lo haremos.
Vislumbro tempestades tras su mirada, pero la impresión dura tan solo un segundo.
—¿He cambiado tus planes?
—Mi futuro depende de ti, ya lo sabes —dice contemplándome de tal manera que me atraganto.
—Eso es cierto —contesto en cuanto logro recobrarme.
Su incorporación a esta entrega desatará incendios. Creo que me entendéis… Pero si no lo habéis hecho, La daga fenicia os sacará de dudas.