Decisiones. ¿Por qué la vida está llena de
decisiones? Quisiera quedarme aquí, con los ojos cerrados, notando el calor del
sol en la cara, sintiendo este aroma a mar que me acerca la brisa.
Y no pensar. No quiero pensar.
Solo quiero disfrutar del placer que me otorga esta
copa de vino que tengo en la mano. Y del silencio. Bendito silencio. No puedo
permitirme volver a oír su voz. ¿Es mucho pedir?
No quiero recordar. ¿Por qué me obligan a recordar?
No quiero la responsabilidad de la vida de nadie
entre mis manos. No puedo erigirme en heroína a costa de tanto.
¿Por qué yo?
Solo deseo estar aquí, callada, sin acordarme de sus
ojos, sin notar de nuevo su olor, que no me deja pensar en nada más.
Quiero quedarme aquí, sola, tranquila.
Me acojo al derecho a no decidir. Estoy harta de hacerlo. ¿Puedo no hacerlo? ¿Puedo seguir aquí, sentada, con mi
copa en la mano, la brisa en el rostro y la mente inundada de ella?
No, por supuesto que no. Ya lo sé. No soy capaz de
decepcionar a nadie.
Ya he llegado tarde para la paz, tarde para el olvido.
Me muero de ausencia.
Regreso a Eterna.
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