jueves, 10 de junio de 2021

Esa cosa llamada amor

 


En torno nuestro flota una fuerza poderosa, irremediable e invencible.

He de reconocer que mi fe al respecto estaba herida de muerte. Las circunstancias de mi vida no habían sido las más propicias para subirme a ese tren.

En este momento, puedo decir que el tren y todo su furgón de cola me han arrollado sin conmiseración. Mi cerebro, perplejo, todavía está buscando entre los raíles los restos de lo que un día fui.

Y debo dar gracias por ello. Debo darte las gracias a ti, Marina.

La habitación en aquel hotel, a buen seguro, todavía conserva nuestro aroma; aroma a sentimientos inesperados, a resurrección, a vida.


Aroma a pasión, a sexo, a dudas, a miedo.

A ti y a mí.

Aquella habitación, aquella terraza, aquel mar turbulento como mi interior, fue el escenario en el que nadé sin guardar la ropa, donde expulsé la nube negra que se aferraba a mi garganta, donde arranqué la víscera que me latía en el pecho para ponerla sobre tus manos suaves y sabias.

Allí me reconcilié conmigo misma.

Y descubrí que el sonido más embriagador es mi propio nombre, Vega, susurrado por tus labios.

En esa habitación, dejando reposar mi mejilla junto a tu ombligo, comprendí que el motor más poderoso del universo es el amor.