martes, 26 de mayo de 2020

La tremenda estupidez de creer que sabes


La experiencia me había convertido en una mujer dura. O eso pensé durante mucho tiempo. La vida no me lo puso fácil, pero también me dio algunas armas para defenderme. Tengo un físico que atrae miradas, lo reconozco. A pesar de las circunstancias que rodearon mi infancia, a fuerza de inteligencia y tenacidad logré salir adelante, estudiar la carrera de periodismo y forjarme un futuro que me permite vivir desahogadamente.
Y me volví estúpida.
Creí que nunca nadie podría engañarme, que ya había visto demasiado, que lo controlaba todo. Mi falsa seguridad me había vuelto ciega y las defensas que creía tener se derritieron como un carámbano bajo el sol de julio.
Por suerte, el destino se encarga de poner las cosas en su sitio; eso sí, después de desencajarlas, como en el cubo de Rubik.
Yo, que siempre había alzado la voz contra lo injusto, me di cuenta de que mi propia arrogancia no me dejaba ver la realidad. Y la realidad, con toda su esplendorosa barbarie, se extendía delante de mis ojos.
Aquí me tenéis hoy, más abierta a la incertidumbre, más receptiva a lo que me rodea y, en consecuencia, más libre.
Ahora me he lanzado a nadar sin ropa y lo único que sé es que sigo aprendiendo. Y soy más feliz.
Por cierto, me llamo Marina Salvatierra.
Me conoceréis en INSURRECT"S