Ni en mi
habitación, ni cuando me pierdo entre hojas escritas, ni al recorrer senderos olvidados,
ni rodeada de tanta gente que me abruma el ruido y me vuelvo hacia dentro, alojándome
en el interior de mí misma.
Ni cuando
sueño; ni siquiera cuando sueño estoy sola.
Pensé que
sí, que existía un reducto al que nadie podía llegar, un espacio solo para mí.
¡Qué ilusa!
Me
equivocaba.
El día que
lo descubrí, el terror me envolvió como una manta. Huí a toda prisa, me alejé
de ello refugiándome en lo cotidiano, me aferré a una realidad conocida; una
realidad que se me escapaba de las manos.
Tan solo
logré estamparme contra un muro insalvable. Debía aceptarlo.
Fue entonces
cuando entendí.
Descubrí que
tengo la fortuna de su compañía, que lo que va conmigo me arropa.
Me enseña el
camino.
Me orienta.
Os lo
mostraré, ya lo veréis.
Insurrectas
está a la vuelta de la esquina.
Y yo,
Miriam, viajo con ellas.
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