La brisa hace revolotear el pelo en torno al rostro de
Daniela pero, a pesar de sus esfuerzos, no logra ocultar la mirada que viaja
rauda hacia Victoria. Gerda la ha capturado en la hora azul, regada mágicamente
por la luz del crepúsculo. Escondida tras su Leica, la fotógrafa se siente un
poco intrusa, voyeur, vértice mudo de un triángulo en llamas, testigo de una
pasión que ni el látigo del tiempo puede cercenar. Con todo, ello no le impide alzar
la cámara y convertir en eterno ese momento.
El viento caliente aúlla, anunciando un verano
adelantado. Impetuoso, acelera el vaivén de las olas y el latido en las
muñecas. Victoria, descalza, se deja seducir por la aridez de la playa. La otra
imita el gesto y lanza sus zapatos a lo lejos. Ambas corren hacia el agua
haciendo salpicar las risas. Los pies ya profanan la espuma y las manos se aferran
sin ánimo de soltarse.
El gesto de Gerda lo dice todo. Detrás de la Leica
asoma una sonrisa hermosa, una sonrisa que flotará sobre el mundo a través de
los siglos. Después vuelve a la concentración del visor para no perder ni un
ápice de la escena.
Victoria se agacha y hace cuenco con la mano para
lanzar sobre Daniela una lluvia diminuta de gotas saladas. Esta grita y se le
escapa un brillo de dientes blanquísimos. El deseo avanza como el destino
ineludible. La locura las lleva a un brusco encuentro que las
desequilibra hasta hacerlas caer sobre la arena.
Gerda dispara sin cesar hacia los cuerpos enlazados.
Los labios de una, a un suspiro de la boca de la otra, olvidan su
presencia. Pero un zumbido imposible de ignorar se impone a lo lejos. Los pipistrelli italianos ya muestran sus
alas negras. Victoria regresa bruscamente de su hechizo, apoya la frente en el
hombro de Daniela, cierra los ojos y la abraza con fuerza.
La fotorreportera levanta la cámara hacia el cielo y
apunta como si su objetivo pudiera derribar al enemigo. Su pequeño cuerpo se
hace gigante a ojos de Daniela. Mas los aviones la ignoran y se dirigen con su
carga mortal hacia el centro.
-¡Malditos! –exclama Gerda.
Mis noches en el Ideal Room. Cada vez más cerca.
4 comentarios:
Tu relato me lleva a visualizar la escena de tal forma que, creo que empiezo a dudar si lo he vivido realmente o ha sido una ensoñación.
¡Felicidades! Mila. Un abrazo fuerte. Asun
Tus comentarios me dan alas, Asun. Gracias, gracias, gracias.
..Tus palabras me despiertan una vez más y una vez más, me dejas intentando imaginar ahora yo el relato (inimaginable)
Vuelve el tiempo de nuevo a detenerse y hacer eterno el momento en que deje de imaginar para por fin leerte. Siempre lo consigues, por muy allá que esté, acabo volviendo..Gracias mi querida escritora.
Gracias a ti, mi querida amiga del paraíso perdido que intentamos recobrar. Besos miles.
Publicar un comentario