Ya el
esplendor del verano se va escurriendo entre los dedos, aunque pretendamos
retenerlo con furia alargando hasta lo imposible el recuerdo del salitre en las
fosas nasales, de los destellos argentinos del agua cuando la luna baja a
acariciarla, del sabor amargo y placentero de la espuma que se derrama al
llevarnos a la boca el primer sorbo de cerveza.
—¿Tienes frío? —pregunto a Carla.
Una ráfaga de
brisa marina le ha lanzado un mechón largo de la melena sobre el rostro. En el
instante en que ella vuelve a retirar el obstáculo que me impedía ver su mirada
subyugadora, he percibido la reacción eréctil del vello de sus brazos. Mel se acerca
de inmediato y le prende la mano, cubriéndola de amor como si de una manta
protectora se tratara.
—¿Quieres que
vaya a por una chaqueta?
—No hace
falta, en serio, ha sido solo un escalofrío.
—El verano se
apaga…—acierto a decir, embelesada con el cruce de miradas de la pareja. Ámbar
sobre avellana.
Lucho por no
dejarme arrastrar por la melancolía de los días luminosos, de la deliciosa
pereza que nos amarra a las sábanas, de esa dejadez que nos impulsa a remolonear
en cueros por toda la casa.
—…pero es el
momento de los planes, de retomar un futuro próximo que nos va a dar muchas
satisfacciones —continúo.
—Es verdad, se
acerca un otoño lleno de promesas —dice Carla apretando la mano que sujeta.
—Cierto —sonríe
Mel, y el espacio bajo la pérgola que nos cobija parece iluminarse de repente—,
queda ya muy poco para que nuestra última aventura salga a la luz. Estoy segura
de que a la gente le va a encantar.
—Ojalá tengas
razón. Tú eres siempre muy optimista —le contesto sonriendo.
—Esta vez
puede permitirse serlo —interviene Carla, con esa firmeza heredada de su madre
que conozco tan bien—. Al menos viene avalada por un gran premio. Para mí es un
honor inmenso formar parte de La daga fenicia.
—A pesar de…—comienzo
a decir, pero ella me interrumpe.
—A pesar de
todo lo que nos haces pasar, sí —culmina, hiriéndome con la gravedad de sus
ojos.
—Bueno, ella
no tiene toda la culpa…—instiga Mel, perversa.
—No empecemos…
De improviso
siento que desaparezco, expulsada de la burbuja que construyen con tan solo un
gesto. Carla se aproxima y roza los labios de su pareja, con la intención inicial
de un beso leve, conciliador, pero Mel la retiene lo suficiente como para hacer
que olvide la compostura y se pierda dentro de su boca. Me levanto y camino
despacio hacia el borde del muro que separa el Beso de Luna de la playa. No
creo que me echen de menos. Por el momento…
5 comentarios:
Muy bueno. Me gusta.
¡Gracias! Habrá más...
¿Por qué será que tus escritos me sacan de mi realidad para entrar en otra con tanta facilidad?
Tienes la capacidad de abducirnos. Jejejejeje.
Un abrazo y muchos éxitos.
Asun
hermosa entrada, feliz comienzo de semana
¡Besos, Asun! Y muchas gracias, escuchando palabras... Feliz semana.
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