domingo, 18 de octubre de 2015

Háblame de Victoria

Traer a Daniela al Beso de Luna no ha sido fácil, pero ha valido la pena. Si estuviese en mi mano la invitaría a quedarse aquí, acunada por el rumor de las olas, protegida por las palmeras y los jazmines, arropada por el fuego de los velones. Contempla el Beso de Luna con embeleso. Sé por el brillo de su mirada que este lugar la abraza, estimula sus sentidos, la obliga a soñar.
He elegido para las dos un vino tinto con cuerpo y alma. Un caldo que seduce al paladar, relaja la mente y suelta la palabra.
—Está muy bueno —dice en voz baja, relamiéndose con timidez el labio superior.
La observo esperando que se atreva a levantar el rostro y clavarme ese par de flechas que son sus ojos color avellana. Al fin lo hace y un amago de sonrisa se asoma. Se le ve serena.
—Háblame de Victoria.
La simple mención de ese nombre pinta un ligero matiz rojizo en sus mejillas. Vuelve a tomar su copa y da un pequeño sorbo, como para coger fuerzas.
—¿Qué quieres que te cuente?
—Qué te llamó la atención la primera vez que la viste.
—Su mirada —contesta sin dudar.
Aguardo unos segundos. Sé que va a continuar, ya no puede permitirse no hacerlo.
—Tenía una mezcla de asombro y cachorro perdido. Al principio no pude entender la causa. Luego…
—Te lo contó.
—Sí.
Volvió a encerrarse en sí misma un instante, pero yo había abierto el cofre de los recuerdos y éstos sobrevolaban nuestras cabezas con ánimo de cobrar vida.
—Esos preciosos ojos pardos se asombraban de todo, lo amaban todo y mostraban una determinación irresistible.
—Imagino que tú habrás conocido muchos más matices en ellos…
Daniela agarró su copa con fuerza y esta vez dio un buen trago.
—Todos. Los he visto todos: el miedo, el dolor, el deseo, la pasión, el amor, la rabia, la impotencia…y ante todo, la verdad. Victoria me entregó su verdad para que yo hiciera con ella lo que quisiera.
—Y lo hiciste.
—Lo hice.
—Fuiste muy valiente.
—No había tiempo para pensar demasiado.
—¿Te arrepientes?
Su expresión es tan brillante, tan intensa, que paraliza el habla.

Mis noches en el Ideal Room guarda celosamente su respuesta.