Desde
el reservado se ve el mar, esa gran presencia que forma parte de nuestras vidas
aunque lo sintamos lejos. Observo la espuma que estalla en el preciso momento
en que la cresta de la ola roza la arena. Y luego se la lleva, la mece, la
acuna, la acaricia, la dispersa. Entonces tengo claro que se trata de un rito
femenino, sensual, antiguo; un juego entre el agua y la tierra en el que dejan participar
al viento, el gran cómplice. La mar. A partir de ahora es la mar.
Vuelvo
la cabeza y veo que todos los ojos están posados en ella, como si yo las
hubiera arrastrado hasta allí con la mirada. Y sé que durante esa contemplación
están meditando lo que les he pedido, que nos cuenten su propia percepción del
hecho de ser mujer. Sabéis que ellas siempre me responden.
Al cabo de unos
minutos, Mel, Carla, Eva, María, Patricia, Sara y Álex se ponen a escribir en
un trocito de papel y luego lo introducen doblado en un cuenco que guardo como
un tesoro entre mis manos. Yo hago mi propia aportación, por supuesto.
Inspiro
hondo, saturándome del salitre que impregna el aire, doy un sorbo a mi copa de
vino y comienzo a leer en voz alta los mensajes.
Soy
mujer y soy fuerte, capaz de dar protección y seguridad.
Soy
mujer y creo vida.
Soy
mujer y soy digna, susceptible de admiración y respeto.
Soy
mujer y soy sabia, doy soluciones para vivir, para crecer.
Soy
mujer y soy tierna, puedo hacer sentir el amor a través de cada poro.
Soy
mujer y soy conciliadora, detesto la violencia.
Soy
mujer y soy sensible, soy capaz de captar las cosas más sutiles.
Soy
mujer y soy inconformista, trabajo para que el mundo cambie.
FELIZ
DÍA